jueves, 24 de junio de 2010

Invitados en "Plaza Carlos Pacheco"

Los invitados en la Plaza Carlos Pacheco aplicaron el Ejercicio "La Zona"

Una adaptación libre del ejercicio "The Stret" de George Perec, 1974

Las indicaciones fueron observar la Zona, observar la Plaza sus acontecimientos generales y particulares, describir el lugar en donde se estaba, describir todo aquello que se pudiera percibir, todo aquello que sobresale o que les fuera relevante, y escribir describiendo la Zona.

Con ayuda de unas consignas específicas de observación como, los textos, la vigilancia, el tránsito, la percepción del ambiente, la estructura, la arquitectura, los usuarios, y los objetos en el espacio público.










El mapa

¿Qué es un mapa? ¿Para qué sirve? Realmente, ¿qué se espera del mapa?

Un mapa es un medio de representar una espacialidad reducida en imagen, en dimensión. Un mapa permite traducir códigos, que nos van proporcionado información espacial a diferentes escalas.

Un mapa es útil para orientarse en relación a una realidad externa al propio mapa.

Un mapa nos ayuda a recorrer territorios, necesitamos de un mapa para recorrer territorios, y necesitamos recorrer un territorio para hacer un mapa. De ante mano se espera que un mapa ponga al alcance de la mirada información, y referencias de un territorio que no podrían ser alcanzados al menos que éste se recorra.

El uso del mapa a través de la historia en aquellas conquistas territoriales, marcan como el mapa ayudan a “dominar” territorios, señalando estrategias eficientes, simbolizando el hecho de que ya ha sido dominado, no se puede “dominar” si de ante mano no se ha recorrido, puesto que para trazar un mapa hay que haberlo recorrido.

Italo Calvino (1984), La primera necesidad de fijar los lugares en un mapa va ligada al viaje: es el memorandum de la sucesión de etapas, el trazado de un recorrido.

Los mapas dan información “relacional”, al ver un mapa como el de la Ciudad de México, y enfocandonos en ver solo un fragmento del territorio de la Ciudad no se puede experimentar qué tan grande o pequeño es, pero sí conocer de la disposición relativa de los elementos.

Los mapas representan datos, información científica, información dinámica, territorios imaginados, flujos, interacciones. Con esto nos queda más claro que un mapa al ser información relacional, no es el solo territorio señalado, ni el solo código referencial, tampoco es aquella forma sencilla que se concibe del mapa que representa la superficie del suelo como si fuese vista desde la mirada de un extraterreste, y que Italo Calvino menciona, "En definitiva, el mapa geográfico, si bien es estático, presupone una idea narrativa, está concebido en función de un itinerario, es una odisea."

Entonces el mapa es un pequeño mundo de relaciones, que nos ayudan a entender fragmentos de ese mundo entero que se funde naturalmente con el mundo.

La imaginación protagoniza los mapas, no puede haber un mapa en el que no haya una vinculación imaginativa, que no son utilizados para recorrer el mundo sino para explicar el mundo, para narrarlo, para imponer una versión de él. El mapa ya no es lo que era, el mapa es más allá de lo que un día fue.


Italo Calvino, Colección de arena, Alianza Editorial, Madrid, 1987.

lunes, 21 de junio de 2010

Del rigor en la Ciencia

En aquel imperio, el arte de la Cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio toda una provincia.

Con el tiempo, esos mapas desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la Cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos.
En los desiertos del Oeste perduran despedazadas las ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos, en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas.

Jorge Luis Borges

Citando a la Ciudad

" La Ciudad es el correlato de la ruta. Sólo existe en función de una circulación, y de circuitos; es un punto extraordinario en los circuitos que la crean o que ella crea. Se define por entradas y salidas, es necesario que algo entre y salga de ella. Impone una frecuencia. Opera una polarización de la materia, inerte, viviente o humana: hace que el filum, los flujos pasen por aquí o allá, en líneas horizontales."
"Es un fenómeno de transconsistencia, es una red, puesto que está fundamentalmente en relación con otras ciudades. Representa un umbral de desterritorialización, puesto que para entrar a la red, someterse a la polarización, seguir el circuito recodificado urbano y de ruta, es necesario que todo el material esté suficientemente desterritorializado."
MIL MESETAS. CAPITALISMO Y ESQUIZOFRENIA de Gilles Deleuze, y F.Guattari, Pre-texto, Valencia, 1988.

" Mi primer impulso fue absorber lo que ya estaba en la ciudad, no agregarle más cosas. Trabajar con los residuos, con los espacios negativos, con los intersticios. Dada la gran cantidad de material que se mueve a diario en una ciudad como el DF, es muy difícil justificar el arte de agregar un objeto más a este espacio ya sobresaturado. "

Francis Alys

domingo, 20 de junio de 2010

Plaza Carlos Pacheco_Mapas




Mapa: Grecia Sánchez



Mapa: Daniela Solis

Mapa de memorias

MAPA DE MEMORIAS PARA LLLEGAR A LA PLAZA

Antes que nada llegue usted a la casa de Pedro y suba a saludarlo para que al salir, el destino le quede a mano izquierda.

Afine el olfato y siga por el camino del aroma a café, sin detenerse demasiado a ver cómo dos hombres intercambian, disimuladamente, misteriosos objetos. Tampoco se distraiga demasiado con los murales, en realidad los temas son comunes, sólo hacen gala de su derecho ciudadano sobre el corredor peatonal. Si no consiguiera resistirse al antojo, pida el café para llevar, y mientras lo preparan, cruce la calle en la esquina, para comprar hilo de nylon para caña de pescar. Pague su café, cruce la calle de nuevo y continúe doscientos metros hacia el norte. Si tuviera espíritu de contradicción y decidiera no cruza la calle y seguir por la derecha, disperse a tiempo el antojo del tambor que deseaba comprar, aquel que, con balines que se arrastran sobre el parche, imita el rumor del océano, pues sentirá el deseo de preguntar cuánto cuesta. Al salir de las tiendas de instrumentos musicales que ya se avecinan, habría perdido de vista la cadencia del paso que le guiaba hacia el desembocadero.

Quizá pudiera compra apenas algún pincel barato antes de virar hacia el poniente, o subir las escaleras del lado derecho para adquirir tablas de madera comprimida y acuarelas. No se detenga si en los escalones descubre escrito con letras de colores el mandato “BÁJAME” en el momento en que usted intentara subir. Doscientos metros más tarde compre un poco de agua en la tienda del lado izquierdo, y guárdela en su mochila pues servirá para la acuarela que ha comprado; usted beba su café mientras espera el intervalo en el fluir de los autos para cruzar la primera gran avenida.

Junto al semáforo, aún en verde, voltee hacia atrás y de reojo contemple, en el tercer piso del edificio que hace esquina, el anuncio de un “Taller deyabú”. Sonría evocando a Bretón y vuelva a la realidad cuando alguien le diga que sólo se han borrado las letras que anunciaban un “Taller de prosperidad y abundancia”.

Dé el último sorbo a su café y póngase alerta para cruzar el eje vial, entre un regimiento de transeúntes que no tendrá tiempo de mirar detenidamente, en su afán por encontrar un bote de basura. Hay quien se duele por tirar un chicle y hay quien tira su propio auto inservible a media calle. Camine más rápido, no se distraiga, más rápido, y ya a salvo, tire el vaso en el bote de basura y tuerza por donde el viento le indique.

Al llegar a las calles más estrechas, el viento no conseguirá pasar, de manera que espere a ver dónde se sigue de largo, pues ésta será la señal que espera. Antes de que se le escape, saque de su mochila una pinza para detener al viento y déjelo sujeto al cartel de propaganda política que se encontrará en la esquina, es sabido que suelen estar sujetos con hilo metálico que nadie puede romper, si el viento lo consiguiera, será un bello espectáculo el verlo luchar para liberarse desesperadamente. Luego, entre usted en el callejoncito, y a partir de ese instante, utilice su hilo de Ariadna, su hilo negro recién descubierto, para marcar el camino de regreso. Cúbrase con un pañuelo la cara en este tramo, pues encontrará sólo polvo olvidado de obras tan negras como su hilo, que abandonaron también sus materiales a mitad de la calle. Atienda al cartel que han puesto los albañiles en el agujero de la alcantarilla sin tapa: “Cuidado, no se apendeje”. Manténgase alerta, podría tropezar con un ladrillo. Tome sus precauciones y haga alto total, si es que ha decidido de nuevo contemplar las maravillas de los linderos, y rastree en el último piso de un añoso edificio, un ventanal que exhibe un altero de archivos que se amontonan hasta alcanzar el techo, sin dejar ni siquiera un mínimo resquicio para que usted pueda avistar a Gregorio Samsa, trabajando en su oficina gubernamental. Tenga piedad por la cucaracha que se cruza en el camino y continúe. Deténgase a mirar la torre de telecomunicaciones. Quizá un supermán, medio calvo y obeso, cruce volando frente a ella. Sobrepóngase y siga su camino. Busque el sendero de los chivitos acalambrados, ya listos para la birria, y diga que nada huele, si al pasar, le llegara el aroma a mariguana. Una nariz honorable no reconoce ese aroma. Diga que huele a flores, las más exóticas que podrían comprarse en el mercado. Diga que huele a comida. Si espera un poco, saldrá una mesera con el mismo rumbo que usted lleva, pues el novio ya la espera en la plaza y es su hora de descanso.

Atraviese una nueva avenida, esta vez no será tan grande. Se dará cuenta de que un gran parque, poblado de columpios y una fuente, surge de pronto hacia la izquierda. Ignórelo, niegue del todo su existencia, pues tendría la tentación de ir a sumergir sus manos en el agua, como ya hace el chico de rizado cabello que tiene piernas suficientemente largas como para retomar la expedición en dos zancadas. Sea prudente y mantenga el ritmo sosegado de su paso que no está para carreras contrarias al espíritu contemplativo que le anima.

Cuando sienta que las calles se vuelven diminutas, cuando empiecen a arroparla en un abrazo que la circunda y vagamente la atemoriza como una trampa, sabrá que ya se acerca a su destino, mas no se anticipe ni retroceda, continúe un poco más pues se trata tan sólo de la antesala. Si dibuja con sus propios pasos una “zeta” invertida, habrá llegado a la plaza. Cruce por fin la cerca, y en silencio salude a los lares de lugar. Encuentre su sitio frente a la palma que desee y tome la posesión efímera de su espacio público.

Cuando termine su dibujo, tome el hilo para pescar y con él, ate a la palma su propio retrato para ver cómo el anzuelo cumple su función. Utilice la mampara para colgar el dibujo que ha hecho de la camioneta roja a la cual le hace falta una llanta. Su espléndido color amarillo es el lugar perfecto como contraste. Un cardumen de niños vendrá a robar sus obras mientras el comedor de las palomas se ve abarrotado de comensales. Para entonces se habrá percatado de que las bancas del parque tienen tamaño King zise donde algún menesteroso duerme la siesta, mientras su hijo se calza torpemente sus enormes tenis para andar a tropezones por toda la plaza. Sienta envidia y ternura por esa familia que le deja entrar a la intimidad de su hogar expuesta a media plaza. Pruebe por un instante a tenderse como ellos en una banca y sienta frío bajo los árboles perennes. Vea las nubes de palabras que se han formado a su alrededor, escritas por los jóvenes artistas que intentan comprender la naturaleza más profunda del espacio urbano. Imagine que lleva puestos los lentes mágicos de Ilana y rastree los dibujos que han dejado en la plaza. Escuche el carrillón que entre las ramas de los árboles entrevera las notas de “la Paloma” y musite apenas su canto, para no importunar a los novios que se acicalan distraídamente.

No haga caso a ningún otro tipo de mapas. Se sabe que el buen Borges, estrábico ya de tanto leer, solía hacer en Buenos Aires sus largas caminatas siempre en línea recta. La desubicación en el tiempo y el espacio son derechos del poeta y sólo caminando de esa manera podía regresar al punto de partida. Su visión acostumbrada a la distancia de un libro sufría agorafobia al salir de su hábitat: bibliotecas, librerías, su propio estudio.

Alguna vez visitó la ciudad de México y quiso dejarse guiar por un mapa que en las manos llevaba María Codama. Automóviles y puestos de tacos y fayuca les impidieron el paso. Luego del memorable suceso, la calle recibió en su honor el nombre “Niño Perdido”. Después de esa traumática experiencia, Borges prefirió meterse debajo de una escalera y ahí fue donde descubrió el Aleph a través del cual pudo visitar los más recónditos parajes del planeta. Visitó Petra y Xilitla. Estuvo en Palermo y Cagliari. Conoció las Galápagos y el Tajín. Fue al incorporarse, que la escalera le golpeó la frente dejándolo ciego por completo. Algunos vestigios quedan en las calles del Centro de la Ciudad de México de aquel gigantesco e hiperrealista mapa que llevaran los célebres viajeros.

Quien camina por la plaza Carlos Pacheco puede encontrase en días de lluvia, algún fragmento del famoso documento, con los colores ya desleídos, característicos de todo objeto abandonado en el espacio público

Plaza Carlos Pacheco, Ciudad de México, junio de 2010

D.R.

Por Leticia Herrera Álvarez

jueves, 17 de junio de 2010

Paseos espaciales/space walks

Proyecto paseos espaciales/space walks

La cita es el jueves 25 de marzo a las 19:30 hrs. an la Celda Contemporánea
La expo consiste en una serie de rutas diseñadas por arquitectos, urbanistas y artistas para encontrar diversas maneras de aproximarse al espacio público. La Celda Contemporánea es el punto de partida, el inicio del viaje espacial interactivo que nos llevará a caminar y releer el centro.

Universidad del Claustro de Sor Juana
Izazaga 92, casi esq. Isabel la Católica
"El andar condiciona la mirada, y la mirada condiciona el andar, hasta tal punto que parecía que sólo los pies eran capaces de mirar".
Robert Smithson